Nuestra experiencia en Bolivia

Publicado el 21 Marzo 2013 en la categoría Bolivia | Sé el primero en comentar

En esta ocasión traemos a nuestra página web una entrada que nos va a servir para empaparnos de la experiencia que se han traido Carlos y Pilar de su estancia en Bolivia. Hace unos días compartieron con nosotros sus fotos y su vivencia en un pequeño encuentro que tuvimos y ahora nos dejan por escrito el poso que ha dejado este viaje en ellos. Un viaje en el que, además de pasar unos días en familia, se han embarrado con esas personas bolivianas (de nacimiento o de misión) las que cada vez sentimos más cercanas y queridas:



“Somos Carlos y Pili, los padres de Laura Velayos. Hace unos días hemos regresado de Cochabamba de pasar un mes y medio con nuestros hijos y nietas. Nuestros objetivos fundamentales eran conocer la ciudad y los lugares donde se está desarrollando su proyecto; convivir con ellos y, sobre todo, disfrutar de nuestras nietas. Estos objetivos se han cumplido con creces. Pero, inevitablemente, también hemos conocido a otras personas que comparten ideales y proyectos con ellos y hemos vivido experiencias singulares de las que queremos dejar constancia en este escrito.

Antes de ir a Cochabamba sabíamos muchas cosas de la ciudad. Desde que Pedro y Elena se fueron a El Alto, Bolivia se hizo visible y presente en la vida de nuestra familia. Más tarde, con la creación de La Asociación Embarrados, aumentó el interés y el conocimiento de Bolivia, especialmente de La Paz y El Alto, entre otras cosas, porque son varios los socios de Embarrados que han ido por allí y nos han contado sus experiencias en El Alto. Ni que decir tiene que cuando Laura nos dijo que la ciudad a la que iban a ir de cooperantes era Cochabamba (Bolivia), nuestro interés se transformó en preocupación y ansia por conocer lo mejor posible esa ciudad. Y, por tanto, leímos y escuchamos con atención todo lo que se ponía a nuestro alcance. Por supuesto, a lo largo de este año de estancia en Cochabamba, Luis y Laura nos han ido informando sobre miles de cosas de esa ciudad. Por tanto, conocimiento, datos de la ciudad, teníamos abundantemente. Pero una cosa es el conocimiento, los datos leídos o escuchados y otra la vivencia de unas experiencias que te entran por la piel y se agarran al corazón, no dejándote indiferente para nunca más.

Del trabajo y las actividades de Luis y Laura tanto en El Preefa, como en Altiora o en El Hogar Creamos no vamos a explicar nada, porque en una entrada anterior ya lo han explicado ellos mucho mejor de lo que pudiéramos hacerlo nosotros. Pero sí queremos decir que, como padres, estamos sumamente satisfechos y orgullosos del cariño, aprecio y valoración que les muestran las personas que han tenido contacto con ellos en cualquiera de sus trabajos.

Sobre las personas que hemos conocido y las experiencias que hemos vivido gracias a ellos sí queremos contar algo, aunque sea brevemente.

Si empezamos por el principio, tenemos que hacer referencia a Fe y Alegría, que es un movimiento educativo con gran presencia en Sudamérica y en especial en Bolivia. En La Departamental es donde Luis y Laura vivieron sus primeros días en Cochabamba. Patricia Vargas, la directora y la responsable de ellos, es una persona encantadora, que nos recibió con mucho cariño y nos manifestó su admiración y respeto por ellos. Es una mujer con una enorme capacidad de organización y gran interés y preocupación por proporcionar la mejor educación a los niños más necesitados, como demuestra, entre otras cosas, con su apoyo a El Preefa y a Altiora, centros donde trabajan Luis y Laura.

También queremos haceros partícipes de la experiencia vivida en El Hogar Creamos, centro donde viven dieciocho niños de hasta cinco años, que han sido recogidos en la calle, abandonados por sus padres y en situación límite por desnutrición, deshidratación, enfermedades, falta de higiene etc. Es tristísimo y causa un dolor inmenso pensar que estos niños han podido morir casi antes de nacer porque sus padres, por las razones que sean, se han desentendido de ellos dejándolos abandonados a su suerte. Pero al mismo tiempo es sumamente gratificante pensar que personas como Maite, la directora de Creamos, una mujer con una fe a prueba de contratiempos, una gran capacidad de lucha y una extraordinaria determinación por ayudar a los niños, es capaz de recogerlos de la calle y proporcionarles alimentos, vestidos, cobijo y sobre todo mucho cariño para que puedan sentirse a gusto y pasar de ser huraños a confiados y de tristes a sonrientes. Pero esta dura tarea no sería posible si no contara en estos momentos con la colaboración de Mónica, una jovencísima médico española, socia fundadora, que fue como cooperante por unos meses y lleva varios años colaborando con el Hogar, a veces desde España y ahora allí, en Bolivia; Jorge, su novio, que pone siempre un toque de alegría y optimismo en ese ambiente; Lisset, que como trabajadora social es fundamental en ese engranaje y Mariana, que como contable tiene que hacer encajes de bolillos para gestionar los recursos que les permita subsistir. A estos hay que añadir otras trabajadoras que se encargan de las ropas, las comidas y, sobre todo, de darles afecto y cariño a esos niños que tanto lo necesitan, que son las más importantes, ya que hacen de madres y padres para todos los niños que allí viven.

Tampoco será fácil que nos olvidemos de la experiencia que vivimos en Sapanani junto a Jorge, Mónica, Lisset, y Mariana. Sapanani es una comunidad Quechua formada por varias aldeas en las que hay niños que, gracias a la intermediación de la Asociación Creamos, están apadrinados. Nosotros fuimos testigos de la preocupación del personal de Creamos para que estos niños tengan garantizada la escolarización, la atención médica y farmacéutica y, si todavía hay posibilidades económicas, mejorar las condiciones de habitabilidad de sus casas.

También nos acordaremos de por vida de tres monjas, Evelyn, Macarena y María, que, después de Fe y Alegría, fueron las que en los primeros momentos de estar en Cochabamba acogieron en su casa a Luis, Laura y las niñas y les ayudaron a preparar con lo imprescindible la casa donde viven. Al tiempo que les enseñaron a desenvolverse en Cochabamba. Pero además de por esto, que ya sería suficiente, desde hace siete años, con gran coraje, entrega y decisión, están haciendo una extraordinaria labor con unas cincuenta chicas de El Alto y seguirán haciéndolo, porque tienen claro que esa es la vocación para la que han sido llamadas.

Y quién se puede olvidar de los tres hermanitos de Foucauld, un español, José Luis, un belga, Patricio y un italiano, Marco, que siguiendo los pasos de su mentor Carlos de Foucauld, tomaron hace tiempo, al pie de la letra, las palabras de Cristo: “anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego sígueme” y ahora están formando comunidad y viviendo en rigurosa pobreza en una aldea cerca de Cochabamba donde dan ejemplo de vida cristiana, más que con sus palabras, con sus hechos. Que Dios los bendiga.

Y como no recordar a Pepe, un trabajador social vallisoletano, que dejó su trabajo en el Proyecto Hombre, con chicos drogodependientes de Valladolid y se fue a Cochabamba, donde ya lleva catorce años dedicado a trabajar, o mejor, a atender, defender, proteger y ayudar a los muchísimos niños, jóvenes y ancianos que viven en situación de calle -de la noche cochabambina-. Las realidades que te cuenta son tremendas en cantidad y calidad, pero ahí está él, con un realismo muy consciente, pero sin perder la fe, manteniendo la esperanza en que en algún momento las cosas mejorarán y con una alegría admirable. Esto sí que es embarrarse.

Los tres últimos días de nuestra estancia en Bolivia los pasamos en El Alto, en la Parroquia de Jesús Obrero, donde Pepe nos acogió con la sencillez y naturalidad que le caracteriza. Allí hemos estado las dos familias conviviendo con otras muchas personas, porque esa parroquia no tiene ni barreras ni fronteras. Todo el mundo está en su casa.

En la casa parroquial nos volvimos a encontrar con Evelyn y sus chicas, que habían vuelto de vacaciones y en esos días se separaban para irse, unas a Cochabamba y otras, para quedarse en El Alto, porque las más jóvenes tenían que empezar a estudiar Filosofía y las mayores, Teología. En el acto de despedida vimos a unas chicas y chicos sumamente agradecidos a Evelyn y Pepe por lo mucho que habían hecho por ellos. Era conmovedor ver la sencillez y la sinceridad con la que esos jóvenes expresaban sus ideas, sentimientos y emociones.

Si las experiencias vividas en Cochabamba han sido impactantes en sí mismas y emocionantes, por relacionarse con Luis y Laura, las de El Alto no lo han sido menos. Durante estos últimos años, cuántas veces hemos oído hablar de lo inhóspito de El Alto, de la excelente labor que está haciendo La Fundase: las guarderías, el Kurmi, el Centro de Salud Jesús Obrero y, sobre todo, MURURATA. Ir a visitar todos estos proyectos y los nuevos que tienen entre manos -Las carpas solares o invernaderos- ha sido muy interesante; pero tener delante de ti el colegio Mururata y reconocerlo por las muchas fotografías vistas; pasear por sus aulas y talleres y ver el material adquirido gracias, entre otras, a las aportaciones de Embarrados, fue de nudo en la garganta y aceleración del pulso.

Después de esta visita es cuando entendimos en profundidad que la existencia de Embarrados tiene sentido, que la labor que hacemos desde aquí beneficia a muchos niños y que el poco dinero que aportamos no cae en saco roto y sirve para mejorar la vida de personas que sin crisis viven infinitamente peor que nosotros. ¡Cuánto bien se puede hacer con tan poco dinero!”

Gracias Carlos y Pilar por estar dispuestos a embarraros y por compartir con nosotros tanta vida como habéis disfrutado estos días en Bolivia!!

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